2 de julio de 2012

¡Buenas, estimados lectores!

En esta ocasión, para iniciar semana, les traemos un tema que desde siempre ha sido polémico: el Amor.
Al amor lo pintan de muchas maneras: algo único, etéreo; algo celestial, algo demoniaco, etcétera. Pero la verdad es que el amor, sea bueno o malo, ha estado presente en la vida humana desde tiempos inmemoriables y, como le ocurre a cualquier sentimiento que es "tocado" por los humanos, se ha visto impregnado de los "atributos" que la sociedad le ha conferido. Uno de éstos es la perversión.

Pues henos aquí, presentando ante ustedes, la editorial de nuestro segundo número: Amor y otras perversiones. Cualquier comentario será bien recibido. Que la disfruten.

Me hallo en silencio. Observo a la gente por doquiera pasar. De
alguna manera, me alejo de todo, lo que menos quiero es pensar.
Reposo en un rincón, prendo un cigarrillo y contemplo el paisaje.
Me encuentro entre la multitud, caras largas, alegres, preocupadas,
inocentes, cabizbajas, amorosas, tiernas, rencorosas,
dubitativas; una gama sin fin que sólo un rato de ocio te puede dejar.
De pronto, como caída del cielo, el encuentro inoportuno. Me hallé
cara a cara con esa a la que osan nombrar “Afrodita”, la diosa del
Amor. De figura ostentosa, cuerpo descomunal. No supe qué decir;
mis piernas temblaban, mis manos sudaban. Mi respiración comenzaba
a agitarse, cada latido era un paso más que ella daba hacia mí.
Sólo esperaba la hora, el pacto había sido sellado. Tic tac, tic tac…
Ella, con una sonrisa, pasó de largo. Todo mi deseo quedaba reprimido,
tirado al olvido. Me percaté de aquel perfume. El aroma de
la perdición. Ahora lo comprendí. No era el tan anhelado encuentro
entre un simple mortal y una diosa magistral. Era ella, ese viejo
amor del cuál aún no logro olvidar y que sólo restos quedan ya…


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