2 de julio de 2012

Todos, alguna vez, nos hemos preguntado dónde acaba el amor y dónde comienza el placer. Y lo curioso es que nunca hemos terminado por respondernos, pues la simple cuestión abarca demasiadas variaciones en el pensamiento humano. Es natural que uno quiera sentir el cuerpo del ser amado o de la persona de interés más de cerca, es común que los besos y caricias traviesas puedan transformarse de pronto en un tornado de lenguas y arrebatos meramente salvajes; no obstante, cuando aquél rato ya ha pasado...¿qué sigue después? ¿Las suaves caricias y los tiernos besos regresan? ¿O todo se disuelve en una oleada de olvido, cada quien vuelve a colocarse la ropa y parte a su casa?
El impulso, el instinto carnal en sí, es animal. El impulso sentimental, atractivo, es humano. ¿Es posible combinar estos dos seres que residen en cada uno de nosotros para lograr permanecer "en el centro"?

Esa, queridos lectores, es la verdadera cuestión. De ahí que presentemos a continuación un fragmento del ensayo que un colaborador aportó al 2do número.

El amor vs placer

Puede ser muy agradable fornicar con la persona que uno ama, pero
¿qué sucede cuando uno desea a alguien que no ama, cuando la llama
del cuerpo se enciende y llama? El amor surge cuando nos es
imposible amar: cuando el sujeto de nuestra pasión se encuentra
ausente y requerimos de él. El deseo sexual, se desprende del no poder
amar, de la evocación de un pasado ideal o de la ilusión de un
futuro imaginado: sólo puede emerger como algo anterior o posterior
al amor, nunca en paralelo, nunca como un acto simultáneo.
(...)
Si admitimos que todos somos animales irracionales, ya
que casi siempre hacemos el biológico acto de la reproducción
con ganas de todo excepto de reproducirnos, nos inunda
el océano primitivo de la angustia de ser mortales.
(...)
La mitología alude a las flechas de Cupido para explicar la atracción
que se establece entre dos personas. Pero la filosofía sospecha que, para
superar el sentimiento interior de vacío, el ser humano elige a otro cuerpo
en el que proyecta sus cualidades: su amor, su inteligencia, su valor,
etcétera. Un concepto de Jung era: «Quedar fascinado por alguien es
básicamente cuestión de tratar de entregarnos a la lujuria de un compañero
que parece tener las cualidades que no hemos logrado realizar».
(...) 
Casi todas las religiones adoptan como mandamiento principal que sus
seguidores sean prolíficos y se multipliquen, para aumentar así el número
de feligreses. Por eso el placer sexual a menudo se considera justificable
sólo por la procreación (seguramente tus padres consideraron
lo mismo; si no, tú, lector mío, quienquiera que seas, no estarías aquí).

Por: Francisco Enríquez Muñoz

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